El agua es un componente esencial para la vida. Sin el agua, los humanos solo podrían sobrevivir unos días. El agua comprende desde el 75% del peso corporal en los bebés hasta el 55% en los ancianos y es esencial para la homeostasis celular y la vida. La deshidratación, que hace referencia a un estado de escasez de agua corporal, aumenta la sensación de sed, la liberación de arginina vasopresina y provoca la activación del sistema renina-angiotensina-aldosterona para poder reponer las reservas de líquido intra y extracelular. La baja hidratación puede afectar el rendimiento físico y mental, sin embargo, se ha sugerido que también puede tener efectos sobre la salud cardiovascular
Durante los últimos años, ha surgido evidencia en la que se relaciona la baja ingesta de agua con varios aspectos de la salud cardiometabólica, como la obesidad; colesterol HDL más bajo y concentraciones más altas de triglicéridos, glucosa e insulina; concentraciones más altas de hemoglobina glucosilada (HbA1c); y mayor incidencia de diabetes tipo II y enfermedad cardiovascular. Una buena hidratación se asocia con una reducción de las infecciones del tracto urinario, hipertensión, enfermedad coronaria mortal, tromboembolismo venoso e infarto cerebral.
En un estudio se encontró que la ingesta de agua y la hidratación se asociaron con una mejora de las concentraciones de lípidos circulantes. El agua total, la ingesta de bebidas y la ingesta de agua pura demostraron asociaciones beneficiosas con las concentraciones de colesterol HDL, y, además, también se observaron asociaciones beneficiosas similares con las concentraciones de TG.
En caso de una persona que ya presenta un padecimiento cardiovascular como arritmias, insuficiencia cardiaca o cardiopatía isquémica, la deshidratación puede afectarlos de forma específica. En el caso de las personas con arritmias, cuando existe una baja ingesta de agua, la función renal puede verse afectada por la falta de agua en el organismo, ocasionando la aparición de estas.
Si bien actualmente no está claro cómo las reducciones crónicas en la ingesta de agua pueden predisponer a las personas a un mayor riesgo de eventos cardiovasculares adversos, existe evidencia de que la deshidratación aguda altera la función vascular y la regulación de la presión arterial. La baja hidratación aguda puede reducir la función endotelial, aumentar la actividad del sistema nervioso simpático y empeorar la tolerancia ortostática. Por lo tanto, la ingesta inadecuada de agua y la falta de hidratación pueden conducir a un mayor riesgo cardiometabólico.
Equipo de investigación y editorial iNat México.
Referencias
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