Los azúcares son los principales edulcorantes añadidos a los alimentos y bebidas que conforman parte de la dieta actual, entre estos se encuentran la sacarosa o jarabe de maíz con alto contenido de fructosa. En las dietas de las poblaciones occidentales, los azúcares añadidos conforman cerca del 14% al 17% de la ingesta calórica total, porcentaje mayor al nivel recomendado de la ingesta calórica total de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Como se ha reconocido el consumo excesivo de azúcares añadidos significan un factor de riesgo para el desarrollo de enfermedades cardiometabólicas y ha significado un problema de salud pública. La fructosa es un azúcar (monosacárido) similar a la glucosa. Hay evidencia de que una alta ingesta de fructosa tiene efectos dañinos sobre la salud. El exceso de este azúcar provoca una acumulación de grasa visceral y puede conducir a obesidad, hiperlipidemia, resistencia a la insulina, hipertensión e hiperuricemia, los cuales se asocian al desarrollo de diabetes, enfermedad del hígado graso, enfermedad cardiovascular y gota.
Diversos estudios realizados en jóvenes y adultos han sugerido que un consumo excesivo de fructosa puede provocar efectos metabólicos como dislipidemia, incremento de la adiposidad visceral y enfermedad del hígado graso, lo que a su vez aumenta el riesgo de enfermedades cardiovasculares.
Los estudios en humanos han demostrado que la ingesta de fructosa da como resultado tasas más altas de lipogénesis en comparación con la ingesta de glucosa, esto quiere decir, que la fructosa es más lipogénica que la glucosa, lo cual puede exacerbar en pacientes con hiperlipidemia, insuficiencia renal o diabetes tipo II. Además, la fructosa no estimula la producción de insulina y leptina, hormonas que participan en la homeostasis energética. Es importante mencionar que una concentración baja de insulina después de la ingestión de fructosa podría estar asociada con concentraciones medias de leptina más bajas si se comparan con las que se producen después de ingerir glucosa.
Un estudio realizado en 12 mujeres encontró que una dieta isocalórica con un alto contenido de fructosa resulta en niveles menores de glucosa en sangre y triglicéridos séricos más altos que los encontrados con una dieta con un alto aporte de glucosa. En otro estudio, la ingesta de fructosa dietética durante 4 semanas en hombres disminuyó la sensibilidad a la insulina, aumentó la esteatosis hepática y acrecentó la circulación de triglicéridos. Por otro lado, se encontró que los pacientes con enfermedad de hígado graso no alcohólico sin los factores de riesgo comunes consumen más refrescos y jugos endulzados al compararse con otros grupos poblacionales y mostraron una relación entre la gravedad de la esteatosis hepática y la cantidad de refresco consumido.
Otro estudio mostró que la presencia de fructosa como única fuente de hidratos de carbono en una dieta muy baja en calorías retrasa la mejora esperada en las concentraciones plasmáticas de glucosa e insulina. Sin embargo, la ingesta moderada de fructosa por sujetos sanos durante 2 semanas no tuvo efectos nocivos sobre la sensibilidad a la insulina en comparación con la misma cantidad de sacarosa. Los sujetos sanos que consumieron hasta 1,5 g de fructosa / kg de peso corporal por día durante 4 semanas mostraron un aumento de las concentraciones plasmáticas de triglicéridos, pero no se indujo la insuficiencia renal.
La restricción de la ingesta de fructosa en la dieta es un importante factor para prevenir enfermedades cardiometabólicas. El intestino, el hígado y el riñón son los principales órganos involucrados en el metabolismo de la fructosa, lo cual explicaría por qué estos órganos son los principales afectados con el consumo excesivo de fructosa. Por ello se recomienda evitar el consumo de alimentos procesados que cuentan con azúcares añadidos como fructosa.
Equipo de investigación y editorial iNat México.
Referencias
Shi, Y. N., Liu, Y. J., Xie, Z., & Zhang, W. J. (2021). Fructose and metabolic diseases: too much to be good. Chinese medical journal, 134(11), 1276–1285.
Dornas, W. C., de Lima, W. G., Pedrosa, M. L., & Silva, M. E. (2015). Health implications of high-fructose intake and current research. Advances in nutrition (Bethesda, Md.), 6(6), 729–737.
Comments are closed.