La demencia es una de las principales causas de discapacidad a nivel mundial la cual se estima que aumentará de 46,8 millones de personas a más de 74,7 millones en 2030. El 40% de los casos de demencia se atribuyen a factores de riesgo modificables, como niveles más bajos de educación, hipertensión, obesidad, pérdida de audición, tabaquismo, depresión, inactividad física, aislamiento social, diabetes, consumo de alcohol, traumatismo craneoencefálico y contaminación del aire. Sin embargo, la dislipidemia no está incluida en la lista de los factores de riesgo potencialmente modificables.
El colesterol es uno de los componentes esenciales para la fisiología neuronal durante la etapa de desarrollo y en la vida adulta. El contenido de colesterol en el cerebro debe mantenerse equilibrado para preservar el funcionamiento de este. De hecho, las concentraciones más altas de colesterol se encuentran en el cerebro, pues contiene el 23% del colesterol total. Se ha demostrado que las alteraciones en el metabolismo del colesterol cerebral se encuentran relacionados con enfermedades neurodegenerativas, como la enfermedad de Alzheimer, la enfermedad de Huntington, la enfermedad de Parkinson y algunos déficits cognitivos propios de la tercera edad.
En un estudio realizado con más de 1.8 millones de personas durante más de dos décadas, se observaron modestas asociaciones positivas entre el colesterol total y el colesterol LDL con el riesgo de demencia. Las asociaciones más importantes se encontraron en personas de mediana edad, menores de 65 años, y con un seguimiento mayor a 10 años. El colesterol LDL tuvo una mayor relación en comparación con el colesterol total, lo cual sugiere que la asociación entre el colesterol total y la demencia es estimulada por el colesterol LDL. Por lo tanto, los niveles de colesterol LDL en la mediana edad, menores de 65 años, se asocian modestamente con el riesgo de demencia después de al menos 10 años de seguimiento. El colesterol LDL debe agregarse a la lista de factores de riesgo modificables para la demencia.
Los factores de riesgo cardiovascular, como la hipercolesterolemia y la hipertrigliceridemia, podrían incrementar la probabilidad de desarrollar Alzheimer y demencia vascular. El transporte de colesterol desde la circulación periférica al interior del cerebro depende de la integridad de la barrera hematoencefálica para que regule la entrada. Sin embargo, si esta barrera se encuentra dañada por alguna lesión vascular se puede alterar la entrada de colesterol y lipoproteínas. Las consecuencias de este efecto son aún desconocidas, pero parece que podrían provocar acúmulos excesivos de colesterol en la membrana, lo que desencadenaría el desarrollo de demencia o Alzheimer.
Se ha estudiado la relación entre colesterol total y el riesgo de Alzheimer y demencia vascular. Se ha encontrado que en las etapas medias de la vida los niveles de colesterol se asocian a un mayor riesgo de Alzheimer y cualquier tipo de demencia, todo lo contrario, a lo observado en la tercera edad en donde no se ha encontrado que las concentraciones de colesterol influyan en el riesgo de demencia o Alzheimer. Por lo tanto, las altas concentraciones de lípidos pueden representar un factor de riesgo para la salud cognitiva en personas menores de 65 años, más no en las mayores.
Equipo de investigación y editorial iNat México.
Referencias
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