Van muchos años ya, desde que se comenzó a advertir a la población mundial sobre el calentamiento global y los problemas medioambientales que estamos causando con nuestro estilo de vida como civilización; es un estilo de vida que si bien es muy cómodo, roza a la inconsciencia desmedida y egoísmo inmensurable. El consumismo de infinita cantidad de productos plásticos, de dispositivos móviles “actuales” no necesarios (que cambiamos de celular solo por querer tener el nuevo modelo, pero no porque el anterior ya no funcione) y electrodomésticos; el usar vehículos de combustión o incluso eléctricos para transportarnos distancias cortas en lugar de caminar o usar la bicicleta, el vestir ropas de cuero o de materiales mega sintéticos que requieren de un altísimo desperdicio de agua, el estilo de producción de la industria alimentaria y un largo etc., nos ha llevado a dañar a nuestro único hogar que compartimos no solo con la propia especie humana, sino con miles de especies más que inclusive -como especie- estaban aquí antes que nosotros.
La desaceleración de las actividades humanas provocada por las medidas de contingencia para controlar el contagio del Covid-19 ha traído beneficios ambientales,como una gran mejoría en la calidad del aire, sin embargo, los resultados obtenidos se revertirán conforme el brote se controle si retomamos de nuevo todo nuestro estilo de vida ya mencionado anteriormente.
En China, uno de los países que más contaminación genera en el planeta, a tres meses de que comenzó la crisis epidémica, se han emitido 150 millones de toneladas métricas (mtm) de dióxido de carbono (CO2) menos, que las registradas en el mismo periodo del año anterior, según el Centro de Investigación en Energía y Aire Limpio (CREA), con sede en Estados Unidos.
Así lo muestran los nuevos datos del satélite Copernicus Sentinel-5P.
El que entendamos al menos un poco de nuestros orígenes, es uno de los triunfos más grandes de la perspicacia y valor humano; quiénes somos, y por qué estamos aquí.
Los sistemas económicos prevalentes, sin importar sus ideologías, no tienen mecanismos integrados para proteger a nuestros descendientes de 100 años siquiera, ¡mucho menos a los de dentro de 500 años! En ese aspecto, estamos adelantados a los pueblos de la mesopotamia antigua, por ejemplo; a diferencia de ellos entendemos lo que le ocurre a nuestro mundo.
El consenso científico es que estamos desestabilizando nuestro clima a niveles nunca antes vistos. Sin embargo, nuestra civilización parece estar atrapada por la negación, es una especie de parálisis, es una desconexión entre lo que sabemos y lo que hacemos. Lograr adaptar nuestro comportamiento a los retos es en sí la definición de INTELIGENCIA como cualquier otra que se conoce. Si nuestra inteligencia superior es el distintivo de nuestra especie, entonces deberíamos usarla, al igual que otros seres usan sus ventajas distintivas para asegurarnos de que nuestros descendientes prosperen y de que su herencia se transmita, y que el material de la naturaleza que nos sustenta, esté protegido
¿Es necesaria una pandemia desconocida para hacernos “entender”? ¿sólo así vamos a “cooperar”? Evidentemente toda esta recesión implica una baja en la economía mundial; pero ¿no vale más preservar nuestro ÚNICO HOGAR que tenemos en el universo, que generar riquezas? ¿Crees que es MÁS IMPORTANTE aprender a competir y “ser mejor que otros” a nivel laboral-empresarial, que aprender a trabajar la tierra, cultivar y cosechar nuestro propio alimento (100% sano sin pesticidas, por cierto), manufacturar herramientas útiles, etc.?
La suspensión de las actividades industriales y de transporte como medidas para frenar el contagio del COVID-19 nos ha mostrado el necesario respiro de nuestro planeta. También ha reafirmado la necesidad de impulsar cambios a mediano y largo plazo para proteger al planeta, pero además para mejorar la calidad de vida de los humanos.
Guardando toda proporción, la pausa en las actividades económicas es una buena oportunidad para reflexionar qué tipo de actividades son de verdad obligatorias para la producción de un país. Además, ha puesto en perspectiva la urgencia de activar las economías locales: negocios pequeños, comerciantes independientes.
También nos ha hecho preguntarnos, para aquellos que tenemos la oportunidad por el tipo de trabajo que realizamos, si de verdad es indispensable el traslado de nuestras casas a oficinas, haciendo un gasto económico, de tiempo y de energía.
Sin duda la aparición y propagación de este nuevo virus nos ha puesto a pensar sobre nuestro lugar como humanidad en el planeta, el tipo de manera en la que nos relacionamos con los otros y con el planeta mismo.
Equipo de investigación y editorial iNat México.
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