El cuerpo cuenta con diversos relojes biológicos que se encargan de controlar los ciclos de sueño-vigilia, el ritmo de la alimentación-ayuno, así como la secreción de hormonas. Dichos relojes se ven afectados por las condiciones ambientales que rodean a cada individuo, como un aumento del peso corporal o hábitos de alimentación no saludables.
Los relojes periféricos como el reloj central (ubicado en el cerebro) se pueden alterar lo que genera que algunos factores de la vida diaria se vean afectados. Dormir poco o no dormir, ingerir alimentos a diferente hora de la habitual o saltarse tiempos de comida, trabajar en el turno nocturno o bien realizar viajes por tiempo prolongado pueden contribuir a la ganancia de peso, ocasionando un mayor riesgo de obesidad y las alteraciones metabólicas que esta ocasiona.
Por esto, la nutrición y la alimentación se consideran factores importantes para la regulación de los ritmos circadianos, teniendo una relación cercana con la frecuencia y regularidad de los horarios de las comidas o bien crononutrición. La crononutrición hace referencia a la administración de alimentos en coordinación con los ritmos diarios del cuerpo, reflejando que, además de la calidad y cantidad de alimentos, el horario de las comidas es importante para el bienestar del organismo. Los ritmos circadianos afectan procesos como la digestión, absorción de alimentos, metabolismo y gasto calórico.
Tener hábitos saludables como el consumo del desayuno, tener horarios fijos para cada tiempo de comida, evitar comer en horas cercanas a la hora de dormir, contar con un horario y tiempo de descanso adecuado, evitar el uso de pantallas o aparatos electrónicos, practicar de manera regular actividad física pueden mantener la crononutrición funcionando adecuadamente, disminuyendo así el riesgo de obesidad y enfermedades crónicas no transmisibles.
Existe evidencia que cenar dentro de las tres horas antes de acostarse y saltarse el desayuno incrementa el riesgo de aumentar el peso corporal y con ello desarrollar obesidad. Del mismo modo, en aquellas personas que duermen menos de 7 horas, se reduce la producción de leptina (hormona que se encarga de suprimir el apetito) y se incrementa la secreción de grelina (hormona que estimula el apetito) ocasionando un aumento en la ingesta de alimentos que comúnmente son menos saludables lo que se refleja en un aumento en el IMC (Índice de Masa Corporal).
El consumo de las comidas principales en horarios tempranos, pero con una elevada ingesta de alimentos con un alto aporte energético, se relaciona un incremento del IMC y del ICC (Índice Cintura-Cadera), a diferencia del consumo de las comidas principales en horarios tardíos, pero sin el consumo de alimentos de alto valor energético por la noche.
Asimismo, se ha visto, que aquellos individuos que se acuestan y levantan más tarde, tienden a tener un mayor consumo de bebidas con cafeína, bebidas energéticas, bebidas azucaradas, alcohol y comida rápida y una menor ingesta de alimentos proteicos, ricos en grasas saturadas y bajo aporte de fibra, lo que significa un factor de riesgo para incrementar el peso corporal.
Equipo de investigación y editorial iNat México.
Referencias
Hawley, J. A., Sassone-Corsi, P. & Zierath, J. R. (2020). Chrono-nutrition for the prevention and treatment of obesity and type 2 diabetes: from mice to men. Diabetologia, 63(11), 2253-2259.
Sagredo-Dumas, Andrea, Cornejo, Verónica, Durán-Agüero, Samuel, & Leal-Witt, María Jesús. (2022). Crononutrición y su relación con la obesidad: Una revisión sistemática. Revista chilena de nutrición, 49(1), 124-132.
Comments are closed.